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Soy de la opinión que el ser humano tiene derecho al suicidio. Un adulto es libre de intoxicarse, fumar, emborracharse, poner en práctica sus preferencias sexuales, irle a las Chivas o al América, en tanto no le cause daño alguno a la sociedad en general y a su prójimo en particular. Dicho de manera coloquial: cada quien puede hacer con su periódico un cucurucho o con su cola un papalote.

La noticia de la semana pasada fue que la Suprema Corte de Justicia otorgó permiso a cuatro personas para sembrar y producir mariguana para su autoconsumo con fines recreativos. Lo raro de la situación es que, según dicen los cuatro personajes que tramitaron el amparo, jamás han fumado la hierba.

Las cuatro personas que interpusieron el recurso de amparo, luego de que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) les negara el permiso de sembrar cannabis, pertenecen a la organización México Unido contra la Delincuencia, sus nombres y cargos son: Josefina Ricaño de Nava, presidenta; Juan Francisco Torres Landa, secretario; Pablo Girault Ruiz, tesorero, y Armando Santa Cruz González, vocal.

Es importante señalar que la Suprema Corte les dio luz verde para sembrar y producir mariguana, mas no para proveerse de semillas. Para aquellos que piensan que con el amparo conseguido por cuatro ciudadanos ya está permitida la siembra, producción y consumo generalizado, se equivocan. Se necesitan otros cuatro amparos más para sentar jurisprudencia, lo cual no significa legalización. Para lograr ésta, nuestro país debe renunciar a los tratados internacionales sobre la materia y cambiar la Ley General de Salud y el Reglamento de Insumos para la Salud nacional. Pero sin duda que lo acontecido el pasado miércoles es un pequeño paso para los mariguanos y un gran salto para la libertad de darse en la madre.

Los cuatro personajes aquí aludidos son fundadores de la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante (SMART), un club para la autoproducción y el consumo del cannabis —aunque ninguno de los fundadores, de momento, consuma la droga—. El objetivo de la precitada sociedad es la reducción de los índices delictivos y la violencia a partir de una política hacia las drogas muy diferente a la política actual. Con esto se despenalizaría el consumo y muchos jóvenes se librarían de caer en los reclusorios por el simple hecho de traer lo suyo o de ser descubiertos in fraganti “quemándole las patas a Satanás” sin traer dinero para librarse de los guardianes de la ley. Sucede que los pinches policías les dan chance a los chavos, descubiertos de esta manera, de conseguir dinero con sus familiares que empeñan o venden lo que sea, piden prestado y consiguen para que los muchachos no pisen una cárcel. Si los jóvenes, mediante la mordida, la libran, el material que se estaba consumiendo queda confiscado por los propios genízaros que también le pegan a la hierba con singular alegría.

Me extraña que no se haya extendido la petición de amparo hacía los fines medicinales que el cannabis tiene. Un compadre mío, usuario de la hierba —la fumó 30 años y no se le hizo vicio— le guardaba las varas, las semillas y las hojas tiernas, a su suegra, quien las ponía en alcohol alcanforado durante algunos días y luego se daba friegas con ese líquido en las partes del cuerpo donde sentía el dolor del reuma que se le quitaba enseguida.

El que redacta estas notas tiene muchos años sin consumir ninguna droga —incluyendo el alcohol— y tres años y medio —17 kilos— sin fumar tabaco. Pero como buen sesentero, sí probé y consumí la mariguana. La mota, debo decirlo, siempre me produjo un efecto agradable. La primera vez que la fumé, a los 23 años, me provocó un ataque de risa. En posteriores ocasiones me divertía si se trataba de una fiesta y, fumada a solas, me daba por reflexionar, sentía que me acercaba al concepto de Dios y al amor a la naturaleza. Sin embargo, de ninguna manera la recomiendo. No a todos al probarla les hizo el mismo efecto. Algunos se quedaban dormidos, otros vomitaban. Recuerdo una chica que fue a la cocina a encender un cigarrillo en la estufa y en lugar de encender la hornilla abrió la llave del agua donde puso el cigarro.

Dicen que no causa adicción, pero esto es según quien. Existen personas con personalidad adictiva que se enganchan en el consumo. La personalidad adictiva se caracteriza por la tendencia a ser obsesivo, compulsivo y con bajo umbral a la frustración.

La hierba nunca menguó mi productividad laboral pero sí conocí cuates que por consumir dejaban de trabajar. También el uso de la sustancia provoca distracciones y falta de concentración. Eso sí, jamás vi pelearse a dos mariguanos. Es más la violencia que provoca el alcohol.

¿Cómo se escribe, mariguana o marihuana?

No recuerdo en dónde leí que a la mota se le llamó “juanita” porque era una droga para soldados. Durante la revolución debe haberse fumado mucha mariguana. De ahí surgió la canción denominada “La Cucaracha”, cuyo estribillo dice: “porque no tiene, porque le falta, mariguana que fumar”.

Oí por ahí

El coronel le dice al sargento: Decomisamos una tonelada de mariguana que hay que quemar. Sus órdenes serán cumplidas mi coronel -dice el sargento-, pero nos vamos a tardar un chingo.