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Si por mí fuera, la columna de hoy la empezaría por la mitad y se titularía: Hueva de Pascua. Pero Arelí Quintero, la editora de estas páginas, se opuso. Me hizo ver que en el periódico se publican las columnas completas y que escribir sólo la mitad de una de ellas es una falta de respeto para los lectores. Argumenté que no es una falta de respeto para los lectores porque los párrafos en blanco no tienen lectores. Esto último ya no lo escuchó. Colgó el teléfono antes.

Y es que después del descanso de los llamados días santos, el cuerpo se amodorra y luego cuesta mucho trabajo echar a andar la máquina. Además, durante el periodo vacacional, no leí periódicos, ni escuché ni vi noticieros. No estoy enterado de las noticias. Lo único que sé es que hoy en el Estadio Azteca, México se enfrentará a Canadá, dentro de la eliminatoria para concurrir al Mundial de Rusia en el 2018, y la Federación Internacional de Futbol Asociación, la incólume FIFA, ya amenazó a la Femexfut con multarla por la cantidad de 20,000 francos suizos (18,300 euros), como ya lo hizo en el partido que nuestra Selección jugó contra el seleccionado de El Salvador, por el grito de todos conocido que nació, según creo, en el Estadio Jalisco, en los partidos del Atlas, y que luego se popularizó.

Originalmente, el grito consistía en gritarle puuuutooo al portero visitante al momento de chutar el saque de meta. El vocerío fue, digamos, enriquecido, o sufrió una anexión al incorporarle un susurro en crescendo: “eeeeeeeeeh”, moviendo las manos —o la mano, los que en la otra sostienen la chela— hasta romper con el alarido: “puuutooo”.

Esta exclamación la FIFA la considera un “canto discriminatorio”, ya desde la calificación está mal, no es canto, es grito, clamor, increpación o pregón, y no es discriminatorio puesto que siempre lleva la dedicatoria para el portero visitante. Por ahí y alguien puede objetar que el grito es homofóbico, con lo que no estoy de acuerdo: el griterío es puro relajo.

De la FIFA no debe extrañar nada que tenga como afán ganar dinero. A mí lo que me sorprende es que algunos mexicanos se hayan solidarizado con la medida de la Madame de Zúrich, a la que le interesa más la plata que el futbol y las buenas costumbres.

Pregunto: ¿Por qué cuando comenzó a popularizarse el grito, nadie, ni las organizaciones que defienden la diversidad sexual, ni las damas vicentinas, ni las de la vela perpetua, ni la Federación Mexicana de Futbol, ni los columnistas “serios” —afortunadamente no todos han satanizado el enunciado—, ni los cronistas deportivos que ahora se sonrojan cuando escuchan el homofóbico grito, llamaron la atención de los gritones e iniciaron un movimiento para erradicar de los estadios el concepto?

En lo personal, jamás en un estadio me he unido al coro popular, pero no por eso dejo de considerar que la FIFA no tiene ninguna potestad sobre el público que asiste a un estadio, ni jurisdicción alguna sobre las autoridades de la ciudad donde se desarrolle un partido. Por lo tanto, no hay bases legales ni jurídicas para multar a una federación por lo que grite el público en un país donde existe la libertad de expresión.

Semántica y contexto

Como sabemos, la semántica es el estudio del sentido de las palabras. El uso de las palabras modifica su sentido. Para el francés Michel Bréal, “la semántica es la ciencia de los significados” y de las “leyes que rigen la transformación de los sentidos”.

Una de las leyes que rigen la transformación del sentido de las palabras, dándoles otra significancia, es el contexto en que éstas son dichas. En un país donde decimos: ¡Qué puto calor hace! ¡Qué puto gusto me da saludarte! ¡Metió un puto golazo! Fulano murió del putazo que se dio en su coche. La palabra puto dicha por una multitud a un portero —a ninguno en especial, sólo al del equipo contrario— no puede, de ninguna manera, ser considerada como homofóbica.

Yo opino como el exjugador, director técnico y comentarista argentino, Ángel Cappa, respecto de que es una estupidez de la Santa Madre FIFA el hacer una discusión bizantina por el concepto precitado. Para él, y tiene razón según yo, es más importante reglamentar que los astros futbolísticos, aquellos que juegan hasta las últimas instancias en todos los torneos que se celebran, sobre todo en Europa, no lleguen a la Copa del Mundo con más de 60 partidos anuales sobre sus piernas, lo que incide en su rendimiento y puede ocasionarles una lesión grave. También opino como el periodista Hugo García Michel, que escribió: “Si la FIFA en verdad quiere proteger a la comunidad gay, entonces que le quite la sede del 2018 a Rusia, donde el gobierno persigue a los homosexuales. Eso sí sería congruente”.

Para terminar, a todos los lectores que estén de acuerdo conmigo en la idea hoy aquí vertida, los invito a convertirnos en porra y con un gran chiflido saludar a la FIFA. Aunque el saludo no tendrá efecto alguno porque la Madame de Zúrich no tiene madre.