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Terminé de leer Empeñados, el último libro de Rafael Loret de Mola, con el cual, desde mi punto de vista, se sacó la espina que, según mis gustos literarios, se había clavado con la novela Si los toros no dieran cornadas que, como aquí escribí, me aburrió y no la terminé de leer y eso que el taurino es uno de mis temas favoritos. Ahora mismo ya tengo listo aquí en mi escritorio Juan Belmonte, matador de toros de Manuel Chaves Nogales, esperando un tiempo para leerla.

Empeñados es un libro misceláneo porque es una crónica, una crítica, una protesta y un ensayo que el autor hace basándose en lo que ha visto, leído, oído y vivido de nuestra espoleada nación donde “la amnesia colectiva es el arma de los tiranos que nos asfixian”. Es también una incitación a la rebeldía, a abrir nuevos caminos y a gritar ¡ya basta!, si la cúspide de la pirámide insiste en la torpeza de no escuchar el clamor popular.

Hay, por cierto, un detalle en la publicación que me gustaría destacar: el autor advierte en el primer capítulo: “Todos aquellos nombres que escribo en minúsculas refieren a predadores y personajes minúsculos de la historia”.

Una vez leída dicha advertencia, no nos asombra leer en minúsculas los nombres de los presidentes de México, desde miguel de la madrid hurtado hasta enrique peña nieto. También con minúsculas están los nombres de victoriano huerta, emilio gamboa patrón, manuel bartlett y víctor cervera; el de la lideresa sindical elba esther gordillo y no así el de carlos romero deschamps —aquí las minúsculas van por mi cuenta. Por ahí se me deben de haber escapado otros personajes cuyos nombres hayan merecido a juicio del autor las minúsculas. Con mayúsculas escribe el nombre de las primeras damas que cita en su texto: Marta, Margarita y Angélica. La actual diputada plurinominal ivonne ortega pacheco es la única mujer cuyo nombre para el escritor es acreedor de las minúsculas.

Por cierto, encontré un gazapo en la página 48; al comentar la separación del dirigente panista Gustavo Madero para buscar la diputación y su regreso a tomar las riendas del partido al sentir que podría ser marginado, ya que el ex presidente felipe calderón estaba dispuesto a imponer a su hermana Margarita al frente del partido, “preparando así su plataforma de lanzamiento hacía la Presidencia”. Al leer la última frase del párrafo deduzco que el autor se equivocó al escribir la palabra hermana en lugar del sustantivo esposa. Por mucho cariño que le tenga, no creo que en los planes de felipe calderón estuviera el de hacer a su hermana, Luisa María Calderón, a la que por cierto el autor llama la Cocoíta, presidenta de la República, en cambio a su esposa Margarita sí y en esas andan los dos aunque, en mi opinión, Margarita debería pensar lo desagradable que sería poner al frente del DIF Nacional a una persona que constantemente emana aliento alcohólico.

¡Llegó la Navidad!

Claramente me di cuenta que esta mañana al salir de mi casa a comprar los periódicos y a desayunar algo en algún comedero callejero —mi mujer, para no ensuciar la vajilla, me da de comer en platos de cartón y hay días que saben mejor los platos que su contenido—, no había adorno o figura alguna en la puerta que da al patio común del condominio horizontal donde vivo. Se llama condominio horizontal a aquel en el que cinco casas, independientes, ocupan el lugar que antes ocupaba una con un espléndido jardín. Por ese motivo, las cinco casas del condominio horizontal están construidas verticalmente de forma tal que para llegar a tu recámara tienes que subir cuatro pisos.

Pero bueno, lo que importa para mi narración es que no había nada, ningún adorno, figura o colguije en la puerta principal de la casa. ¿Cuánto me tardaría yo en comprar dos periódicos, comer mi desayuno y leer dos que tres columnas de los diarios adquiridos? ¿Le parece bien una hora y media?

Bueno, pues hora y media más tarde al volver a casa me encuentro en la puerta una corona navideña con hojas del árbol característico de época (Pinus ayacahuite es su nombre científico), de donde cuelgan unas esferas y se enreda papel filigrana metálico en rojo y verde: los colores navideños. Inhalo y huele a pino.

Entro a la casa y ésta está ocupada por un árbol que reposa en el piso. “Cuidado, no lo vayas a pisar”, me advierte mi mujer que sabe que si por mí fuera lo pisaría hasta desbaratarlo. Un poco más allá, las figuras del nacimiento. Como son de diferentes generaciones —es decir, fueron comprados en diferentes navidades y circunstancias— los santos reyes son mucho más chicos que las figuras de san José y la virgen María, los cuáles a su vez son más pequeños que el niño dios. El buey ya no tiene un cuerno y la mula una pata.

Voy a mi estudio y el sólo pensar en escoger regalos —ya no digamos pagarlos—; aguantar brindis y abrazos; soportar borrachos; la cena y —como dice la canción—, y muchas cosas más, me dan ganas de, a partir de la primera posada y hasta año nuevo, encerrarme a leer Juan Belmonte, matador de toros, y muchos libros más que tengo pendientes.