Fabricación es una muestra de la corrupción, en grado excrementicio, de la justicia en nuestro país. Un testimonio del nefasto tráfico de influencias
Aunque a la Semana Santa le llamen Semana Mayor —me imagino que porque dura ocho días ya que va del Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección—; para mí fue una semana menor. Por razones de trabajo, sólo descansé el Viernes Santo y el Sábado de Gloria. En el primer día de asueto encontré —¡por fin! Fabricación, la novela —periodismo literario— de Ricardo Raphael que llevaba yo días buscándola en sitios donde ya se había agotado.
Además de medio atender a mi familia, me puse a leer de manera obsesiva la novela del periodista que investigó, de manera intensa y meticulosa, durante seis años, la rocambolesca historia de la empresaria de la publicidad exterior Isabel Miranda de Wallace. La elaboración mentirosa del secuestro y asesinato de Hugo Alberto Wallace, hijo de la tal señora que para justificar la desaparición de su vástago, presunto delincuente, a quien buscaban otros transgresores de la ley de mayor jerarquía en la escala criminal, fue capaz de enlodar el prestigio de varias familias y llevarse por delante, de manera cruel e inhumana, a personas inocentes —hombres y mujeres— que sufrieron torturas y vejaciones que el autor de la novela describe con maestría y calidad literaria. Al final de la fracción 72 del capítulo once de su texto, don Ricardo reflexiona: “Si la muerte de un hijo puede volver loca a una madre. ¿cómo llamar a la locura que lleva a una madre a inventar la muerte de un hijo?
Fabricación es una muestra de la corrupción, en grado excrementicio, de la justicia en nuestro país. Un testimonio del nefasto tráfico de influencias. Un catálogo de descaradas e incoherentes argucias ilegales para involucrar de manera perversa, implacable y despiadada a seres humanos inocentes.
Desde el 13 de julio del 2005, al siguiente día de los supuestos secuestro y asesinato del hijo que fuera resultado del embarazo de la señora Miranda con su primo hermano, el doctor Carlos León Miranda, y hasta la aparición de la novela-reportaje aquí aludida, en marzo del presente año, Isabel quien años después se casara con el hombre del que usufructúo su apellido: José Enrique Wallace, tuvo la diabólica capacidad de engañar a todo el país, desde el presidente de la república, hasta el último de los ciudadanos interesados en el diario acontecer que la hicimos Heroína de la Nación.
La señora Miranda, en el año 2010 recibió el Premio Nacional de los Derechos Humanos y en el 2012 fue candidata por el PAN al gobierno de la Ciudad de México.
El día que la recibió Felipe Calderón, después de que a través de César Nava, su secretario particular, lo amenazó con poner un anuncio espectacular frente a Los Pinos donde se leyera que el Mandatario no la quería atender, le dijo: “Presidente, yo sé que usted recién acaba de hacerse cargo del gobierno (…) ¿Puede imaginarse lo que significa no contar una tumba donde ir a llorar cada vez que extraño a Hugo Alberto? (Aquí recordé a Chachita en Nosotros los Pobres).
No he terminado de leer la impactante novela de 534 páginas voy en la 370, exactamente en el momento en el que ociosos empleados de la señora Wallace le comentan sobre Hugo Alberto al albañil Miguel Ángel: “En concreto, me contaron que podía estar vivo y que habría abandonado el país”.
Punto Final
Aprovecho para comunicarles a lectoras y lectores que adelanté mis vacaciones, no para descansar, sino para coordinar un evento que tendremos, el próximo 5 de mayo, en la Sociedad General de Escritores de México, la cual me honro en presidir: La entrega de las preseas y premios SOGEM Caridad Bravo Adams, célebre y generosa autora de radio y telenovelas exitosas. Pretendemos que el festejo sea presidido por las autoridades de todas las instancias gubernamentales relacionadas con la cultura —ojalá y que acepten la invitación. Ya les platicaré.
Regreso el martes 6 de mayo.